MADEIRA ULTRA SKYMARATHON

4:30 a.m. Suena el despertador, 5 minutos más y cuando te vuelves a despertar, perdiste un vuelo, el vuelo que te llevaba a Madeira. Estaba todo planificado para descansar todo el día y correr al día siguiente, pero una vez más, toca repentizar. Comprar un nuevo vuelo, llegar a Madeira a las 12 de la noche, donde la incansable Tele esperaba para llevarme al albergue junto al resto del grupo. Tocaba preparar todo para la prueba, dormir 3 horas y lanzarte a correr un ultra en la salvaje Isla de Madeira.

Como era previsible, salió todo lo mal que me esperaba desde un día antes, cuando perdí el vuelo. Por tanto fue un día de aprendizaje, “de libro”. Agotado cuando tan solo llevamos 3 horas de carrera, aprendí a re-inventarme, recuperándome en la parte final y volando en los últimos kilómetros. Feliz una vez más por conseguir llegar a meta en un Ultra.

Si miro atrás, me doy cuenta que no recuerdo las carreras por los puestos, ni por los tiempos que hice, recuerdo las carreras, por las experiencias que vivo y por el aprendizaje. En Madeira, aprendí mucho, incluso antes de empezar.

Aprendí que cuando tienes un vuelo, debes ponerte dos despertadores, que la felicidad es mucho mejor cuando es compartida, y en Madeira compartí la experiencia con un gran grupo de personas. Aprendí, lo más importante, a no darme nunca por vencido, porque cuando parece que todo esta perdido, florecen “las agallas”.